El gato es uno de los animales de compañía más populares, calculándose que existen unos 600 millones de gatos domésticos en el mundo. Pero, desgraciadamente, es una especie estigmatizada. Muchos los acusan de traicioneros, poco cariñosos, y diversas supersticiones tienen al gato como diana…

Los gatos domésticos retienen muchos comportamientos de su ancestro salvaje, Felis lybica, el gato salvaje africano. La asociación entre gatos y humanos empezó hace unos 10000 años como una relación de beneficio mútuo. Los gatos fueron atraídos por los roedores que se comían el grano almacenado, dando a los gatos una fuente de alimento mientras preservaban los almacenes de grano para el uso humano. Esta relación de beneficio mutuo no requirió ninguna modificación o selección genética del comportamiento ya innato del gato. Por ese motivo, a pesar de llevar muchos años domesticados, hombres y gatos han mantenido una relación menos estrecha que la de hombres y perros.

 

La mayor parte del comportamiento e interacción del gato está diseñado para permitir al gato protegerse y cazar de forma segura. Como cazadores solitarios, los gatos pueden comer cada día entre 10 y 20 pequeñas presas. Se ha sugerido que hasta la mitad de los intentos de caza del gato son infructuosos. Evitar los peligros y evadirse de ellos es algo crítico para la supervivencia de los cazadores solitarios. Los gatos prefieren un territorio familiar en el cual ellos tienen conciencia de su entorno físico y social. Esta sensación de control de su entorno les hace sentir confortables y reduce su estrés. La previsibilidad, la familiaridad y la rutina mejoran la capacidad de afrontar el estrés.

Los gatos muestran una estrategia de “lucha o huida” como mecanismo de protección en respuesta al miedo. Si los gatos son obligados a abandonar un territorio familiar (por ejemplo, para una visita al veterinario o como resultado de una mudanza), o si una posible amenaza (como por ejemplo un gato nuevo que entra en su territorio) responden huyendo o escondiéndose. La pelea ocurre, por lo general, sólo como último recurso, cuando escaparse no es posible. Esconderse es la respuesta del gato cuando tiene que afrontar situaciones estresantes y cuando quiere evitar las interacciones con otros gatos, animales o personas. Reconociendo y respetando la más sutil de las respuestas de miedo, a menudo podemos evitar una escalada de comportamientos del estrés y daños potenciales para el gato.

 

Otro mecanismo protector felino es no mostrar signos externos de debilidad, dolor o enfermedad. Desafortunadamente, este importante comportamiento de supervivencia,  a menudo retrasa el reconocimiento de la enfermedad por parte de los humanos, y ha llevado a la errónea impresión de que los gatos son independientes y no necesitan de atención médica regular.

Vamos a profundizar en 3 puntos importantes: